Traducción y notas: Francisco Mazzucco para nomos.com.ar
Fuente: Les Amis de Bartleby
El movimiento de los «Chalecos amarillos» (un buen ejemplo, a propósito, de aquella inventiva popular que yo anunciaba en [mi libro] Les Mystères de la gauche1 [Los Misterios de la Izquierda]) es, en cierto sentido, lo exactamente opuesto a «La noche en vela»2. Este último movimiento, simplificando, era en efecto una tentativa en principio del «10%» (es decir, de aquellos que están encargados a ser –o se preparan para ello– la dirigencia técnica, política y «cultural» del capitalismo moderno), impulsada por una gran parte de la prensa burguesa, que buscaba apaciguar la crítica radical del Sistema, concentrando toda la atención política sólo sobre el poder (ciertamente decisivo) de Wall Street y del famoso «1%». Una revuelta, en consecuencia, de estos urbanitas hipermóviles y con un exceso de diplomas a cuestas (aun si una fracción minoritaria de estas nuevas clases medias comienza a conocer, por aquí y por allá, una cierta «precarización») que constituye, desde la era Mitterand, el principal semillero del que se reclutan los cuadros de la izquierda y la extrema izquierda liberales (y, notablemente, de esos sectores más abiertamente contra-revolucionarios y antipopulares: Regards, Politis3, NP»A», Universidad de Paris VIII, etc). Aquí, por el contrario, son los de abajo quienes se rebelan (tal como los analizaba Christope Guilluy4 –por otro lado curiosamente ausente, hasta ahora, de todos los talk-shows televisados, para beneficio, entre otros cómicos, del reformista sub-keynesiano Besancenot5), ya con la suficiente conciencia revolucionaria como para rechazar el tener que elegir entre explotadores de izquierda o explotadores de derecha (es así por otro lado que Podemos había tenido sus comienzos en el 2011, antes de que la cosecha de los Clémentine Autain6 y los Benoît Hamon7 hubiese logrado enterrar tal prometedor movimiento al separarlo de sus bases populares).
En cuanto a la argumentación de los «ecologistas» de la corte –aquellos que preparan esta «transición energética» que consiste, ante todo, como Guillaume Pitron lo mostró muy bien en La guerre des métaux rares (La Guerra de los Metales Raros)8, en deslocalizar la contaminación de los países occidentales hacia los países del sur-, argumentación según la cual este movimiento espontáneo no sería promovido más que por una «ideología del automóvil» y por «tipos que fuman cigarrillos y se mueven a diesel», es tan inmunda como absurda: es claro, en efecto, que la mayor parte de los Chalecos amarillos no experimentan placer alguno ante la obligación de tener que tomar sus coches cada día para ir a trabajar a 50 kilómetros de distancia, de tener que hacer sus compras en el único centro comercial existente en la región y generalmente situado en medio de la nada a 20 kilómetros, o incluso de tener que dirigirse al único médico que todavía no se ha jubilado y cuyo consultorio se encuentra a 10 kilómetros de sus lugares de residencia (¡tomo todos estos ejemplos de mi propia experiencia personal en Landes!9 ¡Yo mismo tengo un vecino que vive con apenas 600 euros al mes y que debe calcular el día al mes en el que todavía puede ir a hacer sus diligencias a Mont-de-Marsan, sin quedar varado en la banquina, en función de la cantidad de gasoil –el combustible de los pobres– que todavía tiene medios para comprar!). Apostemos al contrario: que son ellos los primeros en haber comprendido el verdadero problema, esto es, que la puesta en marcha sistemática, desde hace 40 años, de un programa liberal, por los sucesivos gobiernos de izquierda y de derecha, ha transformado progresivamente sus pueblos y sus barrios en un desierto médico, desprovistos de todo tipo de negocios de artículos de primera necesidad, y donde la primer empresa todavía capaz de ofrecerles un empleo, precario y mal remunerado, se encuentra a partir de ahora a decenas de kilómetros (si bien existen los «planes suburbanos»10 –y esto está muy bien–, evidentemente jamás hubo nada de tal clase dirigida a los pueblos y pequeñas ciudades –donde vive la mayoría de la población nativa francesa–, ¡que han sido oficialmente marcados para su extinción por el «avance de la historia» y la «construcción europea»!).
Evidentemente no es, pues, el automóvil en cuanto tal –como «signo» de su pretendida integración en el mundo del consumo (¡no son los parisinos o los habitantes de Lyon!) – lo que los Chalecos amarillos defienden hoy en día. Es simplemente que sus coches a diesel comprados de segunda mano (y que la Comisión europea intenta ya incautarles inventando sin cesar nuevas normas de «control técnico») representan su última posibilidad de sobrevivir, es decir, de tener todavía un techo, un empleo y del cual comen ellos y sus familias, en el sistema capitalista tal y como se ha desarrollado y tal y como beneficia cada vez más a los ganadores de la globalización11. Y hay que decir que es, ante todo, esta «izquierda a querosén» –aquella que navega de aeropuerto en aeropuerto para llevar a las universidades del mundo entero (y a todos los «Festivales de Cannes») [profesando] el evangelio «ecológico» y «comunitarista»– ¡quien osa darnos una lección moralizante sobre la cuestión! Decididamente, aquellos que no conocen nada más allá de sus pobres palacios metropolitanos no tendrán jamás un centésimo de la decencia que podemos todavía encontrar en las barriadas populares (¡y aquí todavía es mi experiencia en Landes la que habla!).
La única pregunta que me hago es, pues, saber hasta qué punto un movimiento revolucionario tal (movimiento al que no le es extraño, en su nacimiento, en su programa unificador y en su modo de desarrollo, la gran revuelta del sur francés de 190712) puede proseguir en las tristes condiciones políticas que tenemos. Porque no olvidemos que tienen frente a ellos un gobierno tatcheriano de izquierda (el principal consejero de Macron es Mathieu Laine13, un hombre de negocios de la City de Londres y que hiciera el prefacio en Francia de la obra de la dama de hierro, Maggie), es decir, un gobierno cínico y sin ningún miedo a actuar, que claramente está listo –y ésta es la diferencia con todos sus predecesores– a ir hasta los peores extremos pinochetistas (como Maggie con los mineros galeses o con quienes hacían huelgas de hambre en Irlanda) para imponer su «sociedad del crecimiento» y ese poder antidemocrático de los jueces, hoy triunfante, que le es su corolario obligado. Y, por supuesto, sin tener nada que temer, en este punto, de parte de los serviles empleados de los mass media franceses. Debemos recordar, en efecto, que ya son 3 los muertos, y centenares los heridos, algunos de gravedad. Y, si mi memoria es buena, es hasta Mayo del ‘68 que debemos remontarnos para reencontrarnos con un costo humano comparable en cuanto a manifestaciones populares, al menos sobre el suelo metropolitano. ¿Y, sin embargo, está el eco mediático dado a este suceso sobrecogedor, al menos hasta este momento, a la altura adecuada de un drama de este calibre? ¿Y, por otro lado, qué habrían dicho los perros de guardia de France Info14 si este balance (provisorio) de muertes y heridos hubiera sido la obra, por ejemplo, de un Vladimir Putin o de un Donald Trump?
En fin, por último pero no menos importante, no debemos olvidar, sobre todo, que si el movimiento de los Chalecos amarillos ganase aún mayor terreno (o si conservase, como viene siendo hasta el momento, el apoyo de la gran mayoría de la población), el Estado Benalla-macroniano15 no dudará un solo instante en enviar por doquier sus «Black Bloc» y sus «Antifas» (tal como las famosas «Brigadas Rojas» en su tiempo) para desacreditarlos por todos los medios posibles, o para dirigirlos hacia un callejón sin salida de políticas suicidas (ya hemos visto, por ejemplo, cómo el Estado macroniano procedió para cortar en poco tiempo las experiencias zadistas16 de Notre-Dames-des-Landes de sus bases de apoyo populares originales). Pero incluso si este movimiento valiente se viese provisoriamente aplastado por el PMA –el Partido de los Medios y el Dinero17 («PMA para todos», tal es la divisa de nuestros actuales señores Thiers18), esto significará, en el peor de los casos, que se ha tratado sólo de un ensayo general y el inicio de un largo combate por venir. Porque la ira de los de abajo (apoyados, debo insistir nuevamente en esto, por el 75% de la población –y por ello, estigmatizados lógicamente por el 95% de los perros mediáticos) no se apaciguará más, simplemente porque los de abajo ya no pueden más y ya no quieren más. ¡El Pueblo está definitivamente en marcha! Y a menos que se elija otro pueblo (según el deseo de Eric Fassin19, este agente de influencias particularmente activas de la infausta French American Fondation20), éste no está presto a volver disciplinadamente a la fila.
¡Que los Versalleses de izquierda y de derecha (para retomar la fórmula de los proscriptos de la Comuna refugiados en Londres) lo tengan por bien cierto!21
Con gran amistad,
Jean-Claude Michéa.
1 El título completo del libro es Les Mystères de la gauche. De l’idéal des Lumières au triomphe du Capitalisme absolu (Los misterios de la izquierda. Del ideal de la Ilustración al triunfo del capitalismo absoluto) y fue editado en 2013 por Climats (París).
2 “Nuit Debout”, movimiento que podría traducirse como “la noche despiertos en pie”, esto es, “en vela”, fue un movimiento de protesta francés del 2016 cuyos objetivos eran «construir un proyecto político emancipador y progresista» y «en contra de las reformas cada vez más retrógradas» del sistema, bajo el ejemplo de los movimientos pacifistas y de los «indignados» de España.
4 Geógrafo francés de izquierda cuyo trabajo sacó a la luz la destrucción del pueblo nativo en Francia.
5 De profesión historiador, Besancenot es un dirigente de la extrema izquierda “anti-capitalista” de Francia, lo cual no le impidió ser una figura mediática en los canales a cargo de esos mismos grupos capitalistas que él tanto critica.
6 Dirigente comunista y feminista, encargada actualmente de la juventud del movimiento trotskista de Jean-Luc Mélenchon y de la publicación Regards -antes citada por Michéa en este texto.
7 Dirigente de izquierda, fue Ministro de Educación durante el gobierno socialista de François Hollande.
8 El título completo del libro es La guerre des métaux rares: La face cachée de la transition énergétique et numérique (La guerra de los metales raros: la cara oculta de la transición energética y digital), y fue editado en enero de 2018 por Les liens qui libèrent (París).
9 Región al interior del sur de Francia.
10 Traducimos la voz francesa “banlieus” por “suburbano”; las banlieus francesas son los conglomerados de viviendas que bordean las grandes ciudades y que están habitadas en su casi totalidad por inmigrantes legales e ilegales venidos del África negra y los países árabes, pobres, de altísima criminalidad (y donde existen «no-go-zones«, regiones donde el Estado «no puede entrar»), radicalismo fundamentalista musulmán y racismo antiblanco y antieuropeo.
11 Traducimos aquí el concepto «mundialización» con el de «globalización» que es el que más se usa en nuestro medio español.
12 Es la rebelión de los viticultores del Languedoc, agricultores que se levantaron en armas por las graves crisis del sector en 1907, llevando a lo que se llamó como “la guerra del vino”.
13 Abogado y economista liberal de gran influencia en los medios y la academia francesa.
14 Grupo mediático con el alcance que podría tener una CNN a la francesa.
15 Alexandre Benalla es el ideal «progre» del “francés nuevo” –un árabe musulmán de familia marroquí y homosexual de closet– que deberá reemplazar a los “franceses viejos” –los nativos europeos, heterosexuales y de fe cristiana. Su puesto oficial es el de jefe de la seguridad personal de Macron. Su caso salió a la luz cuando fue descubierto disfrazado de policía anti-motín, golpeando manifestantes por el mero “placer de hacerlo”. Hubiera acabado preso y destituido, si no fuera por la intervención del mismísimo presidente Macron.
16 El zadismo procede del término ZAD, “Zone À Défendre”, Zona a Defender. Es un movimiento anarquista de Francia que se resiste a dejar la tierra agrícola que ocupan en una zona donde el gobierno quiere construir un nuevo aeropuerto. Están ligados al “movimiento del decrecimiento”.
17 En francés PMA viene de «Parti des Médias (los medios) et de l’Argent (dinero)».
18 Político francés del siglo XIX que gobernó tanto con la Monarquía como con la República, presidente provisional durante los sucesos insurreccionales de la Comuna de París de 1871 y quien estuviera a cargo de su represión.
19 Intelectual orgánico del sistema. De profesión sociólogo, es el introductor en Francia del feminismo de Judith Butler y la Teoría de Género, enérgico defensor de la inmigración africana y árabe en Francia, a la que considera el sostén del “antirracismo político” (o sea, el reemplazo demográfico de los franceses nativos es postulado como “anti-racismo”) y opuesto a la tradición laica –que fuera la que se usó para destruir el catolicismo en Francia– en los casos en que tal laicismo sea usado en contra del Islam –lo cual Fassin obviamente llama un uso islamofóbico del laicismo (claro está, no existe un uso “cristianofóbico” del laicismo). En su feminismo “interseccionalista” se llega a penalizar todo acto del varón blanco europeo –el nativo francés–, como por ejemplo “piropear a una mujer en la calle” como si fuera un abuso sexual, pero a la vez se opone Fassin a penalizar tales actos como “acoso callejero” cuando apuntan contra los racisés (los miembros de otras razas extranjeras), quienes además tienen un “derecho” a sus espacios propios sin blancos, mientras que los franceses blancos jamás deberán tener derecho a sus espacios sin negros ya que ello es “discriminación”.
20 Institución de carácter netamente globalista, que contiene a los cuadros de la intelligentsia francesa –tanto de los medios de comunicación, como de la política y de las academias.
21Con el nombre de Versalleses se conoció a las fuerzas contra-revolucionarias durante los sucesos de la Comuna de París en 1871, que fueran organizadas precisamente por el presidente Thiers en los campos cercanos a Versalles.
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