La Pandemia al Día

Por Francisco Mazzucco*

Situación sanitaria en la Argentina

Al día de hoy rondamos los 450 mil casos luego de seis meses de medidas tomadas por el gobierno. Desde la cuarentena estricta, que duró no más de dos meses, la cuarentena laxa que se fue abriendo cada vez más y a más sectores, hasta llegar a un simple distanciamiento social en el mes de agosto, cuando el presidente mismo aceptara en sus discursos que ya no podía hablarse más de cuarentena.

La expansión de la enfermedad siguió un curso acorde a las medidas tomadas (aumentando los contagios a medida que se fuera abriendo la cuarentena); siendo la apertura, más un producto de causas económicas –la crisis en los negocios, Pymes y autónomos a los que el gobierno no diera rescate suficiente para sobrevivir a la cuarentena– que de causas sanitarias. Esto es, si hubiese sido por los epidemiólogos, habríamos tenido una cuarentena estricta por más tiempo; correspondientemente habríamos tenido muchos menos casos, y la enfermedad no reportaría hoy como crisis médica, sino como una gran crisis económica en la microeconomía.

Por tanto, podemos concluir que la cuarentena se abrió de facto por parte de los sectores directamente perjudicados (las clases medias y los trabajadores, los monotributistas y los que están en negro, los pequeños comercios y los que dan servicios) debido a no haber sido contemplados en el plan de emergencia del gobierno.

Se presentaron así dos universos mutuamente contradictorios:

1) Aquellos a los que la situación no perjudica en nada, pues siguen cobrando sus salarios aun cuando no trabajen o trabajan ya de antemano bajo la modalidad de teletrabajo o homeworking: empleados públicos, docentes estatales, multinacionales, empresas de tecnología, empleos de “servicios esenciales” que podían realizarse incluso bajo la cuarentena estricta. Y a éstos cabe agregar el conjunto de los desocupados, que incluso pasaron a cobrar más que en la situación pre-pandemia, gracias a los nuevos aportes del IFE y la duplicación temporal de las asignaciones hechas por el gobierno. En este universo, la pandemia no significó cambio brusco alguno en el ingreso económico, y la mayoría de las veces hasta representó una ventaja: cobrar sin trabajar, cobrar trabajando muchas menos horas desde casa, cobrar en desempleo más subsidios que en la situación anterior.

2) Aquellos a los que la situación de la pandemia perjudicó directamente al no poder ejercer su trabajo, única entrada de dinero en el hogar, y para los cuales un IFE no servía ni para pagar un alquiler y a veces ni una expensa; la gran mayoría de los cuales tampoco entraba entre los beneficiarios de tal plan al ser considerados como “demasiado ricos” por un gobierno que presentó un plan de salvataje enfocado solamente en los “demasiado pobres”. La respuesta estatal, un préstamo de tasa cero a pagar a los tres meses, fue buena en un principio. Pero la extensión de las medidas de distanciamiento y cuarentena laxa, han llevado a que gran parte de ese universo no ha podido entrar al mercado de trabajo y se ha gastado el monto del préstamo, con el agravante de que ahora debe para colmo pagar las cuotas del mismo. En vez de darle un rescate, el gobierno ha terminado dándoles un salvavidas de plomo: si se mantienen sin trabajar no sólo tendrán ingresos cero, sino que verán aumentar sus deudas cada mes a paso rápido.

Era de esperar la reacción de este último grupo: abrir la cuarentena fuera como fuera. Y así actuó finalmente obligado el gobierno nacional; al no haber tomado a tiempo las medidas socio-económicas necesarias ha preferido lo que sale “más barato”, blanquear la apertura total de la cuarentena (ahora “distanciamiento social”) antes que rescatar económicamente a los actores en riesgo. Dichos actores, como es obvio y esperable, se han polarizado gradualmente en contra del gobierno, y cada semana las marchas anti-cuarentena se agrandan, mientras es mayor el número de los que violan las medidas (bares que abren ilegalmente, negocios que no respetan los protocolos de uso de barbijo, ingreso de clientes según el DNI o número máximo de personas dentro del local). El gobierno ha colaborado en esto, haciendo la vista gorda y mirando para otro lado. El resultado es doble: puede alegar que “está tomando medidas de control sanitario”, al mismo tiempo que paga costo cero en lo económico, y en vez de darle aportes monetarios a la clase media, la deja trabajar y contagiarse.

Dos universos enfrentados

Estos dos universos de población chocan entre sí en todos los planos, en lo simbólico-cultural, en lo social y en lo político. Por un lado, los-no-afectados en lo económico, quienes defienden la continuidad de las medidas de cuarentena, alertan sobre el riesgo sanitario del Coronavirus, proselitizan la obediencia a las leyes por duras que sean, y aun cuando éstas no hubiesen sido tomadas con todas las formalidades legales necesarias al caso, debido a lo excepcional de la situación en que nos encontramos.

Por otro lado, están los-directamente-afectados, quienes alertan sobre el riesgo micro y macroeconómico que causa la pandemia, recalcan la falta de formalidad en las medidas y por tanto la falta de legalidad estructural de éstas. Para lo cual recurren a negar que estemos en estado de excepción alguno, donde el soberano pueda actuar por encima de la legalidad normal, y por tanto necesitan ya simbólicamente negar la pandemia como real y defender teorías conspiradoras según las cuales estaríamos viviendo en un estado de normalidad, pero algún actor maligno –Bill Gates, el Estado tirano, los medios– nos impediría verlo así, tan sólo para llevarnos a la quiebra y quitarnos la libertad. Frente a esta negación simbólica el Estado podría haber reaccionado en un principio si hubiese declarado el estado de sitio (lo que implicaría haber marcado el comienzo del estado de excepcionalidad1), a lo cual el gobierno se resistió cobardemente por un pudor progresista en éste, que iguala toda medida autoritaria con una medida dictatorial y procesista. Estos actores sociales afectados se dedican así a evangelizar el anarquismo y la supervivencia individual: si el Estado nos condena a la pobreza, mejor arriesgarse a que toda la comunidad se contagie a ir uno mismo a la bancarrota.

A este ritmo, estaremos llegando al medio millón de casos en apenas una semana más y estando entre los diez primeros países del mundo en cantidad de infectados, pero el gobierno ya no tiene margen para ejercer la autoridad dura y exigir volver a cerrar la cuarentena; debido a que ha generado él mismo que, por su desidia hacia la clase media, una gran franja de la población se niegue ya a reportarle obediencia alguna a sus medidas sanitariamente muy positivas, pero económicamente destructivas.

El Estado entonces, al haber tomado una posición inflexible a favor solamente del primer universo (de los no-afectados) se ha tirado en su contra al otro conjunto, y no pudiendo, o no queriendo ya negociar con el mismo, termina obligado a tomar medidas que no son beneficiosas para la salud pública.

El fin de la montaña rusa: la meseta mortal

A pesar de lo enorme de la cifra de infectados, es de remarcar que estamos llegando a la etapa de la «meseta» en el índice de contagios. Hemos dejado atrás el crecimiento exponencial y descontrolado que nos llevaba rápidamente a duplicar la cantidad de casos cada diez o quince días, para pasar a tener ahora un crecimiento estable. Pero si bien eso es un punto a favor, dicho número estable es muy alto, de unos 10 mil casos aproximados por día. Con esa cifra y sin que nada cambie (por nuevas medidas de restricción de la cuarentena), estaremos en un millón de casos dentro de dos meses y subiendo. Les pido releer el número en negritas, para entender que de seguir por este camino, el gobierno –la nación argentina– estará en el peor de los escenarios posibles:

• Antes de fin de año estaremos entre los cinco países con más casos del mundo (siendo además uno de los cinco países que tendrán más de un millón de casos).
• A pesar del anuncio de la vacuna, ésta no se producirá hasta febrero y es muy probable por anuncios del laboratorio, que no se distribuirá en forma masiva incluso hasta abril; lo que significa que seguirán los contagios por más de medio año extra.
• Si no se toman medidas, podríamos llegar a tener una cifra final de hasta dos millones de infectados por el virus, lo cual saturaría el sistema de salud tanto público como privado.

Cabe recordar que ante el Coronavirus hay dos cifras principales a seguir: por un lado, el número total de casos, que es lo que se destaca en todos los medios. Pero por otro, y más fundamental, está el número de decesos por la enfermedad. En este ámbito la Argentina descolla ante el mundo, teniendo una de las menores proporciones de muerte en relación al número de casos. Y si esto fue así, fue porque las medidas sanitarias (cuarentena, más o menos estricta) han sido correctas en comparación a otras partes del mundo –donde continuó sin pausa el tráfico aéreo, el uso de tapabocas no fue obligatorio, los negocios siguieron abiertos (más en vista de no afectar la economía, que por recomendaciones sanitarias)–. Y dichas medidas han permitido que los contagios se fueran sucediendo a lo largo de una gran cantidad de tiempo, y no como en países como Italia donde se dieron todos en un mes, superando los 200,000 casos de golpe y dejando sin recursos médicos a gran parte de los afectados. En la Argentina, por el contrario, se ha logrado siempre tener camas de hospital para todos los damnificados, lo que motivó directamente en un mejor tratamiento y en un menor índice de mortalidad de los pacientes.

Pero si la meseta de contagios prosigue su curso y no decae su valor rápidamente desde los 10 mil casos por día actuales, es de esperar a mediano plazo la saturación de los recursos médicos, la falta de camas de terapia intensiva para los pacientes graves y la consiguiente suba abrupta en el índice de muertos.

Lo peor de los dos mundos posibles es entonces, terminar teniendo una gran cantidad de pacientes fallecidos –la crisis en el plano sanitario–, y al mismo tiempo tener una gran cantidad de agentes económicos en la quiebra –la crisis en el plano socio-económico–.

Tomando posiciones

El gobierno deberá elegir una solución:

1) Restringir nuevamente la cuarentena, so pena de generar una mayor conflictividad social. Que además, siendo próxima a la etapa de navidad, el momento en que siempre se han dado los alzamientos populares, los saqueos y los “delaruasos” en este país, será muy peligrosa. Ésta sería la solución de escuchar la voz del primer universo social, los que son afectados por la epidemia, pero no lo son por la crisis económica que ésta conlleva, porque pase lo que pase, ellos igual cobran.

2) Seguir haciendo la plancha, mirar para otro lado y dejar que la economía se reactive, al mismo tiempo que el gobierno enarbolaría un discurso donde “en los papeles” todavía se seguirían postulando las medidas sanitarias, que nadie obedecería, pues nadie obligaría a ello. El gobierno renunciaría así a su función policíaca, para no generar caos. Con lo cual, indirectamente estaría así aceptando la solución planteada por el segundo universo social, los que están destruidos económicamente por la pandemia y no les importa ya ningún efecto sanitario que ésta pueda reportarle a ellos mismos o al prójimo.

3) Tomar urgentes medidas de apoyo a la clase media y trabajadora, a los pequeños negocios y a la economía en negro que han quedado a la intemperie en todos estos meses; para poder entonces aplicar con rigor nuevamente medidas restrictivas (por quince días mínimo, que es lo que tardan los asintomáticos en aparecer), que sirvan para transformar finalmente la meseta en una pendiente hacia abajo. Y que se garantice que dichas medidas sanitarias no vayan a ser enfrentadas por el pueblo en marchas anárquicas ni medidas de desobediencia civil, al contarse con el colchón de protección económica necesario (que dure por lo menos el mes de la cuarentena estricta). Esta es la solución que contempla los dos universos sociales en juego, los que se preocupan por la epidemia y los que se preocupan por la economía: hacer un plan de cuarentena cerrada durante un mes, mientras se otorga la asistencia financiera por parte del Estado durante ese mismo tiempo a todos los ciudadanos que no han recibido del gobierno en este medio año más que préstamos a “tasa cero” –es decir, más que “generosas” nuevas deudas–.

Un escenario posible y siniestro

Queda por último una posibilidad aún más simple y más barata de realizar por todos los actores políticos en juego: tomar la segunda solución planteada anteriormente, que es literalmente la opción liberal, el laissez-faire, el dejar hacer. Que todos los sujetos económicos puedan reabrir sus puertas y levantar de facto totalmente la cuarentena con el gobierno mirando para otro lado. Pero a la vez que todos los medios de comunicación se confabulen para negar o minimizar los efectos epidemiológicos que conllevaría esa acción.

Es decir, el gobierno en los papeles diría que todavía estamos tomando medidas sanitarias, pero realmente nadie las obligaría a cumplir, por lo que nadie las cumpliría, por lo que subirían los contagios, se saturarían de a poco los hospitales hasta finalmente elevarse los índices de muerte. Pero a esa altura, ningún medio de comunicación representaría ya al universo de los preocupados por la epidemia, desviando las noticias hacia otros temas, pasando por alto los muertos sin demasiada mención y en un escenario donde ni el oficialismo kirchnerista, progresista y peronista ni la oposición macrista, radical y liberal tendrían interés alguno en agitar las aguas en los medios de prensa ni en llevar el pánico por la enfermedad debido a que:

• Por un lado el gobierno al haber construido todo su relato de conducción en torno a un solo motivo, el control de la pandemia, vería destruida su reputación si se aceptase el crecimiento abrupto en el número de muertos. Esto llevaría a declarar la batalla contra la enfermedad ganada y a dedicarse a otros temas –tal como Trump declaró la guerra de Irak y de Afganistán ganadas para poder retirar sus tropas, sin perder reputación por ello–.

• Por el lado de la oposición, su base social se asienta sobre la población que quiere salir a trabajar cueste lo que cueste, y sin importar la cantidad de contagios y muertes que ello cause. No podrá pasar a representar un discurso mediático de denuncia de la epidemia, porque ello implicaría perder sus votantes a manos de otras opciones más libertarias. Por lo que no sólo pasará por alto esto, sino que además correrá por derecha al gobierno: pedirá más apertura y más rápido, y lo criticará por no hacer la normalización a buen tiempo y en no reactivar la economía de lleno, cuando el gobierno quiera ir haciendo una apertura más gradual.

En este escenario, como se ve, existirían los contagiados, existiría el crecimiento en el índice de muertos, pero nadie les daría voz a éstos. Sería el escenario donde declararemos nuestra victoria final sobre la enfermedad, a pesar de que ésta siguiese actuando hasta abril, cuando llegase la vacuna. Es un escenario que el círculo rojo del poder está deseoso de realizar, y que sólo necesita del apoyo del Estado para hacerlo, de un Estado que hasta ahora se ha resistido a ello y ha tomado el partido a favor de la defensa de la salud pública, antes que de los negocios privados. Pero como dijimos antes, es momento de que el Estado, o bien se ocupe también del sector privado económico, lo rescate momentáneamente y fortalezca durante ese tiempo la rigurosidad de las medidas de salud, para así iniciar el parate a las cifras de contagio y muerte por el virus; o bien el Estado decida correrse a un lado en una lucha que sabe no podrá realizar, dejando libres las calles a la circulación económica privada, que es a la vez la circulación de la enfermedad en la población, la crecida en el número de muertos y su invisibilización en los medios de prensa, para no detener dicha apertura.

El viento de cola mundial: austeridad forzada

El contexto internacional vuelve a ser excepcional para la Argentina:

• El mercado mundial está en plena debacle, casi todos los países del mundo ven reducido su PBI. La casi totalidad de los bienes económicos han caído en valor, sean los bienes industriales, los combustibles, los servicios, las materias primas. Pero así y todo, los alimentos se mantienen en una posición fuerte, con alta demanda en el mercado y a buen precio. La Argentina real, productora de bienes de agro-exportación, que había sido disfrazada como una supuesta Argentina industrial “productora de autos”2 demuestra su fortaleza a prueba de balas ante el sistema global. Por el contrario, Brasil, que sí es un país potencia industrial sudamericano y verdadero exportador de autos y electrodomésticos, ve destruidos sus mercados de exportación y peligrar el futuro de sus empresas.

• Mientras todos los países del mundo caen, China crece. Siendo éste nuestro primer mercado de exportación, y siendo que tal país nos compra sobre todo alimentos, tenemos allí un socio fuerte con quien contar durante la crisis y a dónde volcar nuestra exportación agrícola.

• EEUU y la Unión Europea se hunden. Siendo ellos competidores comerciales, que no han aceptado la compra de nuestros productos agrícolas por vía de subsidiar a sus propios productores rurales, la crisis puede llevar a que bajen tales subsidios locales (por planes de ajuste y austeridad de sus Estados en recesión económica) y a que nuestros bienes agrícolas se tornen por ello más competitivos.

• En el plano nacional además estamos forzados, si bien no a una «sustitución de importaciones«, pues no hay una base industrial real que pueda actuar a tal efecto, sí a un derrumbe de las mismas con el consiguiente ahorro en los déficits de la balanza comercial: es una austeridad forzada y una autonomía que han llevado al superávit externo –algo que no se conseguía desde que el gobierno de Cambiemos hubo tomado el timón de mando–.

Está la Argentina por ende en una situación excepcional. En un mundo en decadencia y crisis, donde se cierran los mercados, caen las cotizaciones de los productos a exportar y las balanzas comerciales se desequilibran, nosotros podemos exportar, exportamos a valores fuertes (no como el petróleo, con bajas récords), a compradores como China que han campeado ya lo peor del temporal y generando ganancias en nuestras balanzas comerciales, debido a la austeridad obligada de nuestro mercado interno ante la compra de productos extranjeros.

El gobierno no debe dormirse en los laureles de dicho viento de cola excepcional, creyendo que va a ser para siempre y malgastando la oportunidad de intentar reestructurar el Estado, su burocracia, ponerse al día en la digitalización de la economía, incentivar a los productores reales de la Argentina (el campo), fomentar la adaptación de la economía informal a las nuevas tecnologías, blanquear la situación con los ensambladores pseudo-industriales obligándolos a producir mayor valor agregado y tejer alianzas comerciales con los países que nos vean como socios de sus emprendimientos (Oriente), antes que como competidores de sus propios productos (los EEUU, la UE).

El mejor de los escenarios es posible: que la Argentina, rescate momentáneamente a su clase media, restrinja fuertemente sus medidas sanitarias, logre el parate final en las tasas de contagio y de muerte del Coronavirus, para entonces reabrirse a pleno (y contando ya con la vacuna ante la enfermedad), en un mundo que siga aún en decadencia, pero cuya crisis no nos afecte en forma directa, y al contrario nos permita crecer relativamente en comparación con el resto y estar en mejor posición ante el nuevo mundo multipolar que se nos acerca.

* Francisco Mazzucco es Profesor de Filosofía por la Universidad de Buenos Aires y maestrando en Filosofía Política (UBA). Se destaca como autor en la Colección Viral que Nomos publica sobre la Pandemia, con su libro «La bomba está armada: la pandemia y la situación geopolítica actual».

Notas


1. El mejor ejemplo de Estado que ha realizado tal acción fue el caso de Hungría, donde Orban fue investido de poderes extraordinarios para que controlase la pandemia, poderes que tuvieron el límite temporal de tres meses, y que no fueron renovados por ser innecesario. Hoy Hungría tiene menos de 7 mil casos, es decir en medio año tuvo menos contagios que los que tiene la Argentina en un solo día. El Estado de excepción declarado a favor del soberano, para que éste pueda actuar en favor del pueblo, se muestra como un ejemplo para los demás países del mundo.

2. Autos que en realidad provienen en un 80% de sus autopartes de Brasil, China y Europa, y de los cuales se hace un mero ensamblaje en la Argentina, generando un enorme déficit comercial que supera los cuatro mil millones de dólares al año sólo en este rubro. Déficit que la crisis de la pandemia ha aniquilado rápidamente.

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