“Estados Unidos está en guerra con China. Francia no debe seguirlo…»

Reproducimos a continuación la traducción de Juan Gabriel Caro Rivera publicada recientemente en el sitio geopolítica.ru de la entrevista de Nicolas Gauthier a Alain de Benoist sobre el panorama geopolítico internacional. Se introdujeron a la misma algunas enmiendas menores.

Por Alain de Benoist

Anteriormente, el centro de gravedad geopolítico del mundo conocido era el Mediterráneo, antes de inclinarse hacia el Atlántico se requirió el descubrimiento de las Américas. Hoy, este papel parece volver al Pacífico. Un hecho dominante, según la mayoría de los observadores, es el surgimiento de China. ¿Realidad o fantasía?

China aún no es la potencia económica líder en el mundo, pero tiene buenas posibilidades de convertirse en ella en los próximos diez años. Desde 2012, sin embargo, ha sido la principal potencia industrial, por delante de Europa, Estados Unidos y Japón (pero cae al cuarto lugar si consideramos el valor agregado por habitante). También es la principal potencia comercial del mundo y el principal importador de materias primas. Tiene un territorio enorme, es el país más poblado del planeta, su idioma es el más hablado en el mundo y tiene una diáspora muy activa en todas partes. Tiene el ejército más grande del planeta y sus medios militares están creciendo a un ritmo exponencial. Es miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, tiene armas nucleares, ha sido una potencia espacial desde el 2003. Se ha establecido de manera masiva en el África negra, compra infraestructura de clase mundial en todo el mundo y su gran proyecto de la «nueva ruta de la seda» fortalecerá aún más sus capacidades de influencia e inversión. En 1980, el PIB de China era un 7% del de los Estados Unidos. ¡Hoy ha saltado a casi el 65%! Finalmente, los chinos presentan el doble de patentes que los estadounidenses. Eso significa mucho.

En 1993, en su libro sobre El choque de civilizaciones, Huntington anticipó el concepto de «modernización sin occidentalización». Este es el punto esencial. Siendo un modelo sin precedentes, que combina el confucianismo, el nacionalismo, el comunismo y el capitalismo, el modelo chino difiere radicalmente del modelo occidental de «desarrollo». Los liberales generalmente creen que la adopción del sistema de mercado inevitablemente traerá consigo la democracia liberal. Los chinos niegan esta predicción todos los días. En los últimos años, han seguido fortaleciendo el papel del mercado, pero nunca han dejado de enmarcarlo rigurosamente. Resumir este sistema como «capitalismo + dictadura» es un error. Más bien, China da el sorprendente ejemplo de un capitalismo que funciona sin subordinación de lo político a lo económico. El futuro dirá qué pensar al respecto.

Los chinos son pragmáticos que piensan a largo plazo. La ideología de los derechos humanos es totalmente extraña para ellos (las palabras «derecho» y «hombre», en el sentido que les damos, no tienen equivalente en chino: «derechos humanos» se dice «ren-quan», «poder humano», lo que no es particularmente claro), tampoco el individualismo. Para los chinos, el hombre debe cumplir con sus deberes para con la comunidad en lugar de reclamar derechos como individuo. Durante la epidemia de Covid-19, los europeos se aislaron por miedo; los chinos lo hicieron por disciplina. Los occidentales tienen referencias «universales», los chinos tienen referencias chinas. Gran diferencia.

Tan pronto como cayó el Muro de Berlín, los informes de la CIA anunciaron que China estaba destinada a convertirse en el principal adversario estratégico de los Estados Unidos. En los últimos años, las relaciones entre Beijing y Washington han seguido deteriorándose, no solo comercialmente. ¿Es concebible una verdadera guerra entre China y Estados Unidos?

Los estadounidenses siempre han querido estandarizar el mundo de acuerdo con sus propios cánones identificados con la marcha natural del progreso humano. Desde que alcanzaron una posición dominante, se han esforzado constantemente por evitar la aparición de cualquier poder ascendente que pueda poner en peligro esta hegemonía. En los últimos años, se han multiplicado los libros en los Estados Unidos que muestran que China es, hoy, la gran potencia en ascenso, mientras que Estados Unidos está en un pronunciado declive (Geoffrey Murray, David L. Shambaugh, etc.). En un trabajo muy comentado (Destined for War), el politólogo Graham Allison muestra que, a lo largo de la historia, cuando un poder gobernante se ha sentido amenazado por un nuevo poder en ascenso, la guerra está en el horizonte, no por razones políticas, sino simplemente por la lógica de las relaciones de poder. Esto es lo que Allison llamó la «trampa de Tucídides», en referencia a la forma en que el miedo inspirado por Esparta por el ascenso de Atenas condujo a la Guerra del Peloponeso. Lo más probable es que ocurra lo mismo con Washington y Beijing. A corto plazo, los chinos harán todo lo posible para evitar una confrontación armada y no aferrarse a las provocaciones con las que los estadounidenses están familiarizados. Sin embargo, a largo plazo, tal conflicto es perfectamente posible. La gran pregunta es, entonces, si Europa tomará el lado estadounidense o si declarará su solidaridad con las otras grandes potencias del continente euroasiático. Esta es, por supuesto, la pregunta decisiva.

No nos equivoquemos, Estados Unidos ya está en guerra con China. La guerra comercial que libraron fue de la mano de un componente político,como lo demuestra, por ejemplo, su apoyo a los separatistas en Hong Kong  (presentados sin más como «activistas pro-democracia»). En los documentos de la administración estadounidense, China es descrita a partir de ahora como un «rival estratégico». Esta agresividad es menos arrogancia que miedo. Pero los chinos no tienen intención de dejarse llevar, ni tolerarán sin cesar un orden mundial gobernado por reglas dictadas por los Estados Unidos. Como dijo Xi Jinping, «China no busca enemigos, pero no les teme». Nunca se debe olvidar que, para los chinos, no hay cuatro sino cinco puntos cardinales: Norte, Sur, Este, Oeste y Centro. China es «el Imperio Medio». 

En esta batalla de titanes, precisamente, ¿Europa todavía tiene una estrategia? ¿Y Francia todavía tiene algunas cartas? 

No hay duda de que veremos un aumento de esto en los próximos meses: las campañas anti-chinas organizadas por los estadounidenses para asegurar el apoyo de sus aliados, comenzando por su «provincia» europea y el objetivo de recrear en su beneficio un nuevo «bloque occidental» opuesto a Beijing comparable al que existió frente a Moscú durante la Guerra Fría. Sería dramático si Francia y Europa cayeran en esta trampa, como ya lo han hecho al unirse a las sanciones impuestas a Rusia. No estamos destinados a ser chinificados, pero esa no es una razón para seguir siendo americanizados, especialmente en un momento en que Estados Unidos está acumulando problemas en casa que ya no puede resolver. Francia, que fue la primera en reconocer a la China Popular en la época del general de Gaulle, debería recordar, en lugar de caer nuevamente en un atlantismo contrario a todos sus intereses, que, en ese momento, en medio de la Guerra Fría, buscaba sobre todo un equilibrio entre los poderes respetando la independencia de los pueblos. ¡Maurice Druon dijo entonces que el francés era el «idioma de los no alineados»! Es este papel al que debemos retomar.

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